Hablemos de la huella de carbono de los alimentos que consumimos, dónde acaba la verdad y dónde empiezan los mitos.
Huella de carbono: dícese del total de emisiones de gases de efecto invernadero causadas por un individuo, evento, organización, servicio, lugar o producto, expresada como dióxido de carbono equivalente.
Sí, los alimentos tienen su propia huella de carbono. Desde su producción, transporte, hasta su comercialización emiten una serie de gases de efecto invernadero. Un impacto que puede depender de muchos factores como su procedencia, el tipo de alimento y las características que requiere su producción.
Las unidades utilizadas para medir la huella de carbono son kilogramos de dióxido de carbono equivalente (kg CO2eq).
La industria alimentaria, entre las tres más contaminantes, ¿mito o realidad?
Según datos de la Unión Europea, la industria alimentaria es responsable del 10,1% de la contaminación por gases de efecto invernadero a nivel mundial. Solo superado por la industria de la moda (en segundo lugar) y por la industria del petróleo y derivados (en primer lugar).
Sin embargo, estos datos son difíciles de medir. Un estudio, publicado en la revista Nature, señala que el sector alimentario representarían hasta el 35 % de las emisiones de gases de efecto invernadero totales producida por el ser humano.
En 2021, un equipo internacional de científicos estimó en 17.318 millones de toneladas métricas de co2 las emisiones anuales de todo el sector alimentario.
Existen alimentos más sostenibles que otros, ¿mito o realidad?
Realidad. Como hemos puntualizado, cada alimento tiene su propio proceso de producción y dependiendo de estos factores, emiten más o menos gases de efecto invernadero.
Sin embargo, este no es el único componente al que hay que prestar atención. El consumo de agua también es un dato clave que determinará el grado de sostenibilidad de un alimento.
El mismo informe publicado en la revista Nature, indicaba que la carne de vacuno emite el 25% de los gases de efecto invernadero relacionados con la alimentación. Seguido de la leche de vaca, con el 8%, y la carne de cerdo, con el 7%.
Si hablamos de alimentos de origen vegetal, el arroz, con el 12% es el que más contribuye.
En total, de todas las emisiones del sector alimentario, el 57% corresponde a la producción de alimentos de origen animal y el 29% a la de origen vegetal.
Consumo de agua y alimentación: Huella hídrica de los alimentos
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el sector de la alimentación consume el 70% de los recursos hídricos a nivel mundial.
Pero de nuevo, esta cantidad depende del tipo de alimento que analicemos.
Por ejemplo, para producir un kilo de ternera, serán necesarios 15.400 litros de agua, frente a los 25 litros requeridos para la producción de un kilo de patata.
Un kilo de cordero demandará hasta 8700 litros de agua, frente a los 13 litros de lechuga o tomate.
Unos datos que tienen en cuenta la cadena al completo: el proceso de cultivo, almacenamiento, transporte, etc.
Si quieres conocer la huella hídrica de un alimento en concreto, te recomendamos la página https://www.waterfootprint.org/en/
La contaminación será exponencial a medida que la población crezca, ¿mito o realidad?
Realidad. Este es uno de los problemas a los que nos enfrentaremos en los próximos años. Las previsiones apuntan que para el año 2030 será necesario aumentar un 50% el suministro de alimentos para satisfacer a la población. Esto supondrá aumentar el nivel de producción, lo que puede llegar a provocar la escasez de recursos naturales disponibles.
Y las cifras siguen subiendo. Tal y como recoge este artículo de El Economista, «la ONU calcula que en 2050 habrá que dar de comer a 10.000 millones de personas en un planeta con recursos alimenticios limitados e incluso menguantes debido al cambio climático. De hecho, para alimentar a todo el planeta en los próximos treinta años la producción de alimentos deberá crecer un 70%».
Todo apunta a que es necesario un cambio en el modelo de producción de nuestra comida, así como en los hábitos de los propios consumidores.
Tanto es así, que según MSC Consumer Insights 2022, cada año aumenta el número de personas que cambia su dieta por motivos medioambientales.
«Este estudio se ha llevado a cabo en 23 países y en él han participado 20.127 consumidores de alimentos de origen marino. Entre los datos más importantes, destaca que casi la mitad (44%) de los que afirmaron haber cambiado de dieta en los últimos dos años lo hicieron por razones relacionadas con el medioambiente, entre ellas, comer más alimentos de origen sostenible (23%), reducir el impacto del cambio climático (23%) y proteger los océanos (12%)».
Consumir alimentos de temporada y proximidad sale más caro, ¿mito o realidad?
Mito. Consumir alimentos de temporada y proximidad, de hecho, hará que puedas ahorrar a la hora de hacer la compra.
Si decides optar por opciones de cercanía y temporada, los costes tanto de producción (las condiciones climáticas son óptimas), como de transporte (apenas ya que no recorren grandes distancias), se verán reflejadas en el precio final del producto.
Además, estarás reduciendo considerablemente el impacto medioambiental de dichos alimentos.
Así, surgen los alimentos de kilómetro 0: Productos de temporada, locales - no deben recorrer más de 100 km para su distribución - y ecológicos, es decir, producidos de manera más natural posible.
Unos requisitos que cada vez ganan más adeptos en el supermercado, según reflejan los resultados de una encuesta de la consultora Kantar: El 74% de los consumidores prefiere este tipo de alimentos.
No podemos hacer nada para reducir el impacto del sector de la alimentación, ¿mito o realidad?
Mito. Cambiar nuestros hábitos es el primer paso que podemos tomar para hacer algo al respecto.
La OCU ha publicado los 10 principios para una alimentación sostenible:
- Evitar el desperdicio alimentario.
- Reducir la ingesta de alimentos de origen animal.
- Comer carne de más calidad.
- Elegir productos producidos de forma agroecológica.
- Consumir productos locales, de cercanía.
- Consumir productos de temporada.
- Evitar los alimentos trasportados por avión.
- Comprar más producto a granel.
- Apostar por el comercio justo.
- Comprar menos productos procesados y priorizar productos frescos en la dieta.
La sostenibilidad y salud marcan las tendencias de consumo en alimentación para 2023, ¿mito o realidad?
Podemos destacar dos grandes ejes - sostenibilidad y salud - que marcarán las tendencias de consumo en el 2023.
Así lo afirman desde AINIA, centro tecnológico especializado en consumo, que establece ambas características como clave en el nuevo año. Además, subrayan el crecimiento del consumo de proteínas vegetales para reducir el consumo cárnico, la tendencia hacia los alimentos de proximidad, y el desperdicio de alimentos 0 como principales cambios en el comportamiento de los consumidores.